Es habitual que muchos padres y madres separados o divorciados decidan matricular a sus hijos en diferentes actividades extraescolares, bien porque los niños manifiesten sus deseos de realizar las mismas, o bien porque con motivo de su trabajo necesiten a ciertas actividades después de terminar el colegio, para que pasen tiempo allí durante sus horas laborales.
El problema viene a la hora de determinar qué actividades van a realizar los hijos, en qué centro o que con qué profesional se realizarán y sobre todo quién y en qué proporción debe asumirse el pago de los gastos relacionados con ellas, ya que el acuerdo de padres separados o divorciados no siempre es posible.